¿Cuál es la distribución geográfica del olivo?
El olivo cultivado es propio del clima templado-cálido característico de la Cuenca del Mediterráneo. De la que es especie autóctona y en la que está prioritariamente asentado en la actualidad. No obstante, la distribución geográfica del olivo alcanza los dos hemisferios.
En el Hemisferio Norte, la zona por la que se disemina, está delimitada entre las latitudes 30º y 45º, y aunque fuera de ella el olivo puede vegetar bien, la fructificación se malogra por exceso o falta de temperatura en la estación fría. En el Hemisferio Austral, la mayor parte de las plantaciones corresponden a latitudes similares.
El olivo puede admitir unas temperaturas límites inferiores de hasta 8 ºC o 10ºC bajo cero; incluso soporta temperaturas menores, siempre que no se prolonguen durante muchas horas, que el deshielo se verifique con lentitud y que el árbol no se encuentre en vegetación activa.
El olivo en vegetación es sensible a temperaturas menos bajas, que pueden ocasionar importantes daños en ramillos y ramas secundarias, incluso en el tronco y en ramas principales. La resistencia al frío es un carácter varietal. Para una buena fructificación, ha de estar expuesto durante el invierno a temperaturas próximas a cero grados, que induzcan al reposo vegetativo. El olivo soporta bien las altas temperaturas estivales aun con falta de humedad en el suelo, aunque ajusta su actividad vegetativa a un mínimo vital.
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Área geográfica del olivo
En el área geográfica del olivo se aprecia una relación inversa entre latitud y altitud. En España hay olivares en cotas de 250 m. en La Rioja, de 700 m. en Castilla-La Mancha, de 1.200 en Jaén y Granada. En Marruecos, el olivo alcanza en el Atlas los 1.600-1.700 m. De altitud y llega a los 2.000 m. en Argentina.
La pluviometría de la región del olivo se caracteriza por la escasez en muchos puntos, por la irregularidad en la distribución en numerosos años y, sobre todo, por la casi ausencia de precipitaciones en el verano, con la excepción de lluvias tormentosas, intensas, que son poco aprovechadas porque producen una fuerte escorrentía. En Sfax, Túnez, en ciertas zonas olivareras la lluvia media anual es de 180 mm, que en años secos es casi nula.
En Marrakech, Marruecos, la precipitación media anual es del orden de 230 mm, y allí, prácticamente, el olivo productivo sólo está en condiciones de riego. Por el extremo opuesto, en regiones de Italia o de los países Balcánicos, las lluvias medias pueden alcanzar los 900 mm. Anuales. La naturaleza del suelo y del subsuelo, así como la topografía, influyen especialmente en la adaptación del olivo a un determinado régimen hídrico.
Condiciones climatológicas
El olivo es poco exigente en suelos para su desarrollo, pudiendo encontrarse tanto en los silíceos como en los calizos. Los terrenos muy arcillosos, pesados, suponen una limitación, así como los que contienen gran cantidad de humedad durante períodos largos. Algunos autores han citado cierta relación entre suelos que no son muy fértiles y una gran calidad de los productos obtenidos; por ejemplo, se dice que en los terrenos muy calizos se obtienen mejores aceites. Aunque también hay excelentes producciones en buenas tierras.
Los vientos resultan perjudiciales por su acción mecánica, que pude ser más lesiva durante la floración y en estados el fruto próximos a la madurez o cuando ésta se ha alcanzado, porque aumenta la caída antes de que los frutos tengan todo el aceite formado.
Los excesos de humedad en el suelo a causa de capas freáticas altas o por dificultad de drenaje, no son favorables al olivo, como tampoco lo es la humedad alta en el ambiente porque facilita el desarrollo de enfermedades.